Un buen diseño es utilizable
Un producto se compra para ser utilizado. Debe cumplir ciertos criterios, no solo funcionales, sino también psicológicos y estéticos. Un buen diseño enfatiza la utilidad de un producto sin tener en cuenta todo lo que pueda perjudicarlo.
Un buen diseño es estético
La calidad estética de un producto es esencial para su utilidad porque los productos que utilizamos todos los días afectan a nuestra persona y nuestro bienestar. Pero solo los objetos bien ejecutados pueden ser hermosos.
Un buen diseño hace que un producto sea comprensible
Aclara la estructura del producto. Mejor aún, puede hacer que el producto hable. En el mejor de los casos, es autoexplicativo.
Un buen diseño es discreto
Los productos que cumplen un propósito son como herramientas. No son objetos decorativos ni obras de arte. Por lo tanto, su diseño debe ser neutral y restringido, para dejar espacio a la autoexpresión del usuario.
Un buen diseño es honesto
No hace que un producto sea más innovador, poderoso o valioso de lo que realmente es. No intenta manipular al consumidor con promesas que no se pueden cumplir.
Un buen diseño es duradero
Evita estar a la moda y, por lo tanto, nunca parece anticuado. A diferencia del diseño de moda, dura muchos años, incluso en la sociedad de hoy en día.
Un buen diseño fluye en los detalles
Nada debe ser arbitrario ni dejarse al azar. El cuidado y la precisión en el proceso de diseño muestran respeto hacia el usuario.
Un buen diseño es ecológico
El diseño hace una contribución importante a la preservación del medio ambiente. Conserva los recursos y minimiza la contaminación física y visual durante todo el ciclo de vida del producto.
Un buen diseño es el menor diseño posible
Menos, pero mejor, porque se concentra en los aspectos esenciales, y los productos no están cargados de elementos no esenciales.
De vuelta a la pureza, a la simplicidad.